La llegada de la pandemia global ha transformado el diseño urbano de las ciudades. La COVID 19 ha permitido acelerar la llegada del urbanismo táctico, a marchas forzadas. Pero este cambio sólo supone una pincelada de lo que está por llegar. Que una crisis sanitaria modifique la forma de las ciudades no es algo nuevo, las grandes pandemias de la historia han propiciado grandes cambios: ensanchamiento de calles, sistemas de alcantarillado o mejor ventilación son sólo unos ejemplos.
Un camino, diferentes opciones
Una de las principales tendencias es la “biociudad”. Un modelo de ciudad que apuesta por la economía circular y de proximidad, sostenible y autosuficiente. Una evolución de la ciudad industrial del s.XX, basada en el consumo global y que da un nuevo significado al modelo “Smart” de principios del s.XXI. La ciudad del km0 propone impulsar el desarrollo de edificios-árboles, es decir, capaces de producir y reciclar la energía que consumen. Desde la luz, al agua o los propios alimentos.
Este modelo va más allá de los edificios, poniendo el punto de mira en las calles y el asfalto. Integrar un nuevo modelo de movilidad urbana requiere sacrificios. La ciudad del km0 propone desasfaltar las calles y apostar por nuevas fachadas que incorporen otros materiales como la madera, capaz de almacenar CO2. En este sentido, eliminar la huella de carbono y reducir las emisiones en la planificación urbana del futuro es clave. Pero apartar el cemento o el PVC por la madera no es tan simple como se pueda llegar a suponer, implica el compromiso por la recuperación de este material con tal de evitar la deforestación.
Una vuelta de tuerca, integrándose con la naturaleza
Si el modelo de biociudad no era suficiente, hay expertos que proponen ir un paso más allá: pensar en nuevos entornos urbanos integrados con la naturaleza. Según el Max Planck Institute, las grandes civilizaciones como los mayas utilizaban un modelo descentralizado que integraba la población con la base de su sistema económico: la agricultura. Un urbanismo agrario capaz de absorber las demandas de consumo y el aumento poblacional. Un ejemplo histórico que ha permitido empezar a esbozar “nuevos” modelos urbanos capaces de integrarse más y mejor con su entorno más directo.
Qué nos deparará el futuro a corto plazo está dejando de ser una incógnita. Modelos más sostenibles, que apuestan por la proximidad de consumo, repensar el modelo productivo y de movilidad, desarrollando nuevas relaciones entre la vivienda y los centros de trabajo y de consumo: teletrabajo y coworking, el auge de la primera milla y evolucionar el modelo “Smart” hacia la economía circular.